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Written By OP
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Cuando era niño en mi país, por las tardes acostumbrábamos jugar juegos como las escondidas, o canicas, etc. con todos los otros niños de la cuadra.
mientras los adultos se sentaban afuera de sus casas a platicar y pasar el tiempo, mientras nosotros jugábamos en la calle.
En aquel entonces, aún no había tantas casas pegadas y había muchos lugares para jugar.
En esta ocasión, decidimos jugar a las escondidas.
Éramos unos 6, una niña y los demás niños.
Por mala suerte, me tocó a mí ser el que tenía que encontrar a los demás.
Bueno, me puse a contar y cuando terminé, comencé a buscar.
Busqué y busqué, pero no encontraba a nadie.
Me puse a pensar dónde se habrán escondido.
Para ese momento, ya era tarde y el sol se estaba empezando a ocultarse.
De repente, recordé un lugar donde usualmente se escondían.
era en la pura esquina donde había un árbol de aguacate gigante al lado de una casa abandonada.
donde siempre íbamos a atrapar ranas y otros animales.
A lo lejos, vi cómo se movían las ramas del árbol y me alegré porque sabía que ahí los encontraría.
Mientras me acercaba, vi detrás de una rama, arriba del árbol, que alguien estaba ahí.
Podía ver su zapato, era fácilmente reconocible como el que usaban las niñas para ir a la escuela.
En ese momento, le grité: ¡1-2-3, para el que está arriba del árbol!
Pero no obtuve respuesta.
Así que me acerqué más y le dije que eso era trampa.
Claramente veía cómo movía las ramas del árbol, pero no me contestaba.
En ese momento, decidí correr hacia el otro lado del árbol para poder verla mejor.
pero antes de que lo hiciera escuché que mi mamá me gritaba, de una manera muy espantosa.
y mire cómo todos los adultos comenzaban a correr hacia la calle, hablándole a los demás niños.
En eso, le dije a la niña: ¡Ya deja de estar jugando, vamos que nos están llamando!
Corrí hacia mi casa y cuando llegué, mi mamá estaba llorando y me metió en la casa.
Nadie me explicaba lo que estaba pasando, por más que les preguntaba.
Al día siguiente, en el camino a la escuela, mis amigos me decían: Oye, ¿dónde estabas?
¿No viste lo que pasó?
Le contesté: No, ¿de qué estás hablando?
La niña que estaba jugando con nosotros se murió.
Le pregunté: ¿Cómo?
En la esquina, en la casa de los herreros, Se escondió entre las llantas del camión y cuando se movió el camión, la mató.
Le dije, Eres un mentiroso, yo la vi.
Estaba arriba del árbol le respondía.
No, nadie se fue para ese lado.
Todos nos fuimos para la otra esquina.