9/10/2024
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Written By ghostwriter
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Cuenta la leyenda que en los tiempos oscuros de Los Cristeros, cuando la muerte era casi tan común como el respirar, un sacerdote muy querido por el pueblo fue brutalmente sacrificado.
Lo colgaron del maldito árbol centenario, ese que se yergue como una maldita sentencia de muerte en la calle Pedro Moreno, en pleno centro de Tonalá.
Los malditos caciques y hacendados de ese entonces, esos hijos de puta sedientos de poder, veían a la iglesia católica como una amenaza, algo que debía ser arrancado de raíz, y lo hicieron con sangre.
El sacerdote no era cualquier curita que se agachaba al primer chingazo, no, este cabrón era terco y querido por el pueblo.
Muchos intentaron salvarlo, pero a los hijos de la chingada no les importó.
Lo colgaron mientras la gente gritaba, impotente, viendo cómo la vida del sacerdote se escapaba en el aire enrarecido por el olor a muerte.
Se dice que, a partir de esa noche maldita, el alma del sacerdote no descansó.
Porque, claro, cuando alguien muere de esa forma tan brutal, su espíritu se queda con una jodida sed de justicia… o venganza.
A la medianoche, si tienes los huevos de caminar por los alrededores de la Parroquia de Santiago Apóstol, sentirás que algo no anda bien.
Mientras te acercas al arco y al campanario, justo donde hoy está ese pinche jardín de niños, lo verás: la silueta del sacerdote sin cabeza, caminando lentamente hacia el lado oriente de la calle.
El viento empieza como una caricia fría, apenas un murmullo, pero en cuanto la sombra del sacerdote aparece, se convierte en un maldito vendaval helado que te cala hasta los huesos.
No puedes moverte, no puedes hablar.
Solo puedes mirar, con el miedo clavado en las entrañas, mientras esa figura pasa a tu lado, llevándose un pedazo de tu alma consigo.
Dicen que si lo ves a los ojos, o mejor dicho, donde deberían estar sus ojos, te quedas mudo para siempre.
Nadie sabe qué chingados busca esa alma en pena, pero si algún día te atreves a caminar por ahí a medianoche, más te vale estar listo para una experiencia que te va a dejar cagando de miedo.
